
Fernando, natural de Cápula, se siente tan orgulloso de su horno de gas que fue lo primero que nos enseñó nada más entrar en el taller. Con él ha logrado ser más eficiente, pasando de hornear 30 piezas al día a más de 300.
Fernando, natural de Cápula, se siente tan orgulloso de su horno de gas que fue lo primero que nos enseñó nada más entrar en el taller. Con él ha logrado ser más eficiente, pasando de hornear 30 piezas al día a más de 300.
Esto nos ayudó a entender mejor las necesidades reales que tienen los Creadores Artesanos y lo que verdaderamente necesitan para poder crecer y hacer planes de futuro. Fernando nos inspiró para emprender iniciativas de apoyo a los Creadores Artesanos.
Nos enseñó como trabajan primero la cerámica manualmente para después pasar a dibujar los característicos puntos de capuleado, con las mismas herramientas que lo hacían sus abuelos.
Una vida de aprendizaje en familia, que es la historia de su sustento y orgullo.
Cuando la mezcla del barro esta lista, en el taller de Fernando la apalean para después poder amasarla mejor.
Después en el torno van dando forma a las piezas de barro, que mas tarde serán cocidas en el horno de gas del taller.
Cuando la pieza está cocida, es el momento de decorarla a mano, con utensilios creados por ellos mismo, en los que los puntos son los protagonistas formando alegres dibujos típicos de la región de Capula, de donde recibe el nombre esta artesanía.
Cuando la pintura esta seca al aire, se vuelve a cocer la pieza para darle una mayor durabilidad.
Piezas punteadas a mano llenas de orgullo y alegría.